Dos maestros de la canción genuina, nacida de las entrañas, se dan cita en la misma noche. Dos artistas que hacen arte de la fusión de estilos y de la emisión de emociones en estado puro, aunque a veces sea con la única ayuda de una guitarra acústica. Por un lado, la mexicana Carla Morrison. Por el otro, el dominicano Vicente García. Folk, soul, canción latinoamericana y pop en una cita doble sin desperdicio.
El de Vicente García es un talento libre. Amamantado con una colección de clásicos del mejor soul (Stevie Wonder, Marvin Gaye, Donny Hathaway o la plana mayor de la Motown) e impulsado por su afán autodidacta, el suyo fue un continuo aprendizaje. Tras velar armas en la banda Calor Urbano, el dominicano no ha dejado de cosechar elogios por parte de compañeros de profesión, especialmente por Juan Luis Guerra, a quien ha acompañado en más de una ocasión sobre los escenarios (en giras que han pasado por Costa Rica, Colombia, Ecuador, Guatemala o Venezuela) y con cuyo sensual timbre vocal ha sido comparado. Alejandro Sanz, Juanes, Maná o Ximena Sariñana son algunos otros de los nombres célebres con los que ha compartido actuaciones. Su fórmula, en la que el soul pero también la bachata, el son, el jazz o el pop comparten protagonismo, es de una calidez desbordante.
A Carla Morrison se la ha definido muchas veces como un cruce entre José Alfredo Jiménez y Patsy Cline, y lo cierto es que escuchándola la definición no solo no chirría, sino que se ve reforzada porque esta mexicana rezuma la misma autoridad y magnetismo que cualquiera de las grandes damas del country alternativo norteamericano, pero pasados por un filtro muy autóctono. Debutó en formato largo de la mano de Natalia Lafourcade, quien le produjo Mientras tú dormías (2010), pero su eclosión llego con el seductor Déjenme llorar (2012), que le reportó un par de Grammy latinos y se convirtió en disco de oro en su país. Moldeando un tour de force al que de momento no se le avista límites, el sobresaliente Amor Supremo (2015) transpiró más atención a las texturas de sus canciones sin restarle un ápice de hechizo, coronando su hasta ahora embriagadora carrera.
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